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Talca, Chile
Lo único que tengo claro es que nací en Chillán. De ahí para adelante es una enorme nebulosa.
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miércoles, 27 de octubre de 2010


I
Juega el charco a ser océano
y sonríe.




II


Cuando pare de llover,
lloraré
Y
Cuando pare de llorar
lloveré.

Y tu cuerpo será tierra sagrada.



III


No hablo con nadie.

Bajo
por la mitad
de mi sombra.
Deprisa.

Me cuido de pisar
los recuerdos de otros.

Dejo ir
los segundos
por los ojos sagrados de los locos
y
como si fueran niños,
mis propios dientes
se escapan
cuando me río.

viernes, 22 de octubre de 2010

I

¿De qué le servirá a un muerto
el que lo extrañen?
Me pregunto
mientras pateo
con indiferencia
un perfecto charco congelado.



II


Los años
son niños crueles.

Me dicen
-con su varita-,
"Vamos, niño,
hazte viejo".
Y se ríen,
a carcajadas,
mientras se alejan.



III


No puedo dormir :
Los días futuros
golpean mi puerta
con desesperación.



IV


La hoja en blanco me insulta.
Me dice
que la avergüenzo.
Que ni cosquillas le hice
con estas estocadas mal urdidas.
Luego,
menea su cabeza
y me mira impertérrita.

Como entendiendo.



V


En las casas de antes se vivía.

Ahora no.

Ahora,
sólo se duerme.
Se piensa
que ya no hay futuro.
Que,
a lo mucho,
la vida podría equivocarse.




VI


Doy
un rodeo
en torno a tu recuerdo
para llegar a mí mismo.



lunes, 18 de octubre de 2010

I

A veces pienso
en las linternas de papel
que quedaban después de la fiesta,
cuando todos se iban
y venía hacia mí
la noche a manos llenas.



II


Se pudren los recuerdos.

Se pudre
el padre
bajo los recuerdos.

La lluvia misma
se pudre
mientras lloro.



III


Por favor,
no me sepulten.

Quiero que dejen mi cuerpo sobre un cerro.

Para mirar al sol.

Para
saludar la tarde
e invitar a la noche
a que cuide mi sueño.

Para que se hagan
lunas
mis ojos
con la muerte.

Para acunar la hierba entre mis costillas blancas.

Para que me mezca la tierra
-como a un niño-
y
me canten
las brisas
sus sueños de distancias.

¡Déjenme ir con las aves que se marchan!
¡Déjenme ir con las aves que se marchan!
¡Déjenme ir!




IV


Abrazo al niño.
Me mira,
llora.
También yo
derramo lágrimas.
Entonces,
suavemente suelto el abrazo
y lo dejo ir
-para siempre-
más allá del espejo.

Luego me hice hombre
- dicen -
me hice frío
- dicen -,
pero, la verdad
es que hace tiempo
que yo
no sé nada
de mí mismo.


V


Creo que sólo nací para morir,
pienso,
cuando me quedo como piedra
en el fondo del arroyo
atrapado
por las viejas algas
de mi angustia.



VI


Voy cayendo
a tal velocidad
que no puede la tierra
apartarse
de este cuerpo que cae.



VII

Tengo recuerdos inventados :

Una tarde.
Un silencio.
La luz de la alegría en nuestros cuerpos desnudos.



VIII


¿Qué vas a hacer
cuando estemos muertos
y me quieras llamar
por teléfono
para decirme llorando que me quieres
y no pueda ya
entonces responderte?