Puedo oír
el corazón de la tierra.
La respiración acompasada
del pasto tras
las caricias de la luz.
El rumor
de los recuerdos
de los añosos árboles.
Y los sueños del sol
mientras se aleja.
Puedo oír
tantas voces,
... menos la tuya.
Hoy,
me he quedado callado para siempre.
Pasé
con altos y bajos mi funeral.
Me reí
con las lágrimas de cocodrilos de unos cuantos
y
me hubiese gustado abrazar
a aquellos que, emocionados,
recordaron las horas compartidas.
Luego,
lo mismo de siempre,
el sepelio,
el desconcierto.
Volver
lento
sobre los pasos
y seguir
pegado a esta ventana
esperando en silencio
lo que
nunca ,
nunca
vendrá.