Nunca tomé en serio a la Poesía.
La dejé vagar
Como ánima en pena por mis días.
Escuchaba, a veces,
Sus ecos en la cocina,
Cuando tropezaba con las ollas y los ajos.
La observaba mientras miraba fijo
Las frutas que mi padre enviaba del mercado.
La escuchaba reír
Mientras seguía a mi madre por las piezas.
Y ella (la Poesía)
Y yo
Éramos como dos niños ajenos
Que, a veces,
Frecuentaban los mismos charcos
Para soñar océanos.
Y así fuimos creciendo,
Compartiendo soledades y silencios
Y ella se hizo vieja como yo,
Se hizo olvido como yo
Y, aunque ya no nos hablamos,
Sus palabras duermen como gatos en los rincones
Mientras nos acompañan
En nuestra espera lenta de la muerte.
La Poesía
Debió buscarse otro hombre,
Pienso a veces.
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