Centenario.
No le dieron el Premio Nacional de Literatura
y ese fue
el mejor homenaje a su cordura.
Se sentó
allí
donde sólo el viento se atreve con la vida.
A mirar, quizás, las brasas del carbón
mientras recuerda
las risas alegres de Violeta por la huerta.
En el intertanto,
sacaron reimpresiones encuadernadas
-de lujo-
de sus obras;
pero,
¿qué le importa eso a un hombre
que solo quiere acostarse pilucho con la muerte?.
Como ven,
el transantiago nunca
tendrá remedio.
II
Ya, ya.
Se agradece el gesto.
Ahora,
déjenme cerrar la puerta
y
buenas noches, noches, los pastores.
III
Cuando me vaya,
arrendaré mis huesos a los del Nóbel.
Les voy a sacar hasta la última chaucha que tengan.
Los voy a dejar
pidiendo limosna
para mantenerme.
Nicanor.
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