I
Este desamor que nos tenemos
nos enreda
con sus extrañas cintas
de dolores.
II
Intento
hacer
más rugosa mi piel.
Pegarla quizás
- atada con silencios-
en un marco cualquiera.
Volverla
negro espejo
nocturno
para ciegos.
III
La vida se durmió,
esa tarde,
junto al gato de mi abuela.
Yo
-que era niño inquieto-,
me arranqué
hacia la calle con mi cuerpo nuevo de
cadáver.
La cosa anduvo bien
hasta que llegaron los antepasados
que,
a coscacho limpio,
me devolvieron
a los brazos temblorosos
de mi madre.
De ahí para adelante,
las cosas siempre fueron
diferentes.
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