I
La vecina perfecta
llegaba temprano a comprar al almacén.
Decía "Buenos días"
y "Buenos días", respondíamos.
Pedía la mercadería con una voz imperturbable.
Intentaba recordar algo que se le había olvidado.
Luego, pagaba y se marchaba.
Pero,
antes de salir, se detenía
y volviéndose hacia mí,
me decía con sus ojos,
que no llevaba calzones
ese día.
II
Escucho,
todo el día y por un lado,
los llantos insufribles de mocosos malcriados,
por el otro,
el cotorreo interminable y sin sentido
de
las señoras de mi patria
y
al llegar la madrugada,
mi propio,
propio
silencio.
III
Sucede
que el teléfono
comienza a sonar,
desesperado.
Intento
ignorarlo
y cerrando los ojos
voy
por las palabras
que tenía en mi mente.
Pero, ya es imposible.
El teléfono vuelve a sonar
y
sonar
y
mana sangre
de ira
entre mis dientes.
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