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Talca, Chile
Lo único que tengo claro es que nací en Chillán. De ahí para adelante es una enorme nebulosa.
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viernes, 29 de junio de 2007

Otras cicatrices.



Al igual que en los muros, la vida, se va grabando en las pupilas y en el alma... Con rastros de tizas y cuchillos.




I
No sé dónde empezar...

Hay mucha letra suelta.
Mucha mancha
de olvido

Histéricas gotas
en los grifos del baño.
Y una sombra que vaga

... y no es la mía.



II
¡Qué estrella en la frente
ni qué ocho cuartos...!

Por allí
se nos fue incrustando
la vida hasta pudrirnos.

Y fue entonces
que la Muerte
alzó sus faldas
para bailar
a calzón quitado
sobre nuestros días.



III
No dejemos silencios sobre el mantel.
Como platos sucios.
Con las sobras de vida
que no quisimos.



IV
Nos quedamos
para ver envejecer los árboles junto
a las puertas.
Mientras,
se secaban las risas
que un día tuvieron
vestidos de colores.



V
Chao, Neiro.
Pórtate bien.
Sonríe.
Móntate a la Muerte
en cuanto se descuide
y
no descanses en paz,
que es de cobardes.



VI
No tiene sentido,
dice Usted
- en la radio eran las cuatro -,
mirar al sol
cuando la lluvia en el jardín es tan bonita.



VII
Vaya al norte
y consígase trabajo
o vaya al sur
y ahóguese con la lluvia
... pero,
no se ponga a mearme las hortensias!



VIII
Usted corría para allá.
Yo para acá.
Usted sacudía las cortinas.
Yo miraba al sol.
Usted decía ¡Dios mío!
Yo levantaba a una araña desmayada.



IX
Seguirá mi infancia,
aún,
en el rincón
secreto
de los árboles?.



X
Estas hojas ya no son sagradas.

Sobre ellas se han escrito
palabras inútiles.

Estériles, quizás,
como mi olvido.



XI
Se trata
de no escupir sangre.

De agarrarse del frío
con los ojos traslúcidos.

Difícilmente equilibrado.

Se trata
de no romper la sombra
que perfilas.



XII
Qué habrá querido decir este pobre imbécil,
se preguntarán
cuando lean estas líneas.
Mientras yo,
probablemente,
esté mirando
sin causa
a otro horizonte.



XIII
En el país de los ciegos,
los ciegos eran amarillos
y tenían
una
luna
con viejas manchas de café
que colgaban
de una pared gigante
para oirla.



XIV
El abismo
baila en mis ojos
como la sombra de un loco.



XV
Es cierto,
la poesía ya no es virgen.
Tampoco joven.
Tiene
huellas profundas bajo sus ojos
y
estrías sobre el vientre.
Pero;
aún así,
no separa sus piernas
por unas cuantas monedas.



XVI
No sé ya de dónde soy.

Mi memoria
es una película muda en blanco y negro.

Con actores extraños.

En donde
sólo la Muerte ríe
tras la palabra FIN.



XVII
Hay días
en que uno
no debería tomar un lápiz por nada del mundo.

Se los repito :
Hay días
en que uno
echa sangre hasta por la boca!



XVIII
Un resucitado
logra a duras penas su condición.

Constantemente
sacude tierra imaginaria de su rostro.

Camina solo.

Evita las funerarias
y
nunca mira atrás.

Un resucitado
- a eso de las cinco-
no tiene retorno.



XIX
La luna
deja su plateado corazón en las ventanas.

La luna
da pequeños saltitos sobre los charcos.

La luna
tiene sus caderas angostas y las luce.

Resumiendo :

La noche la odia a muerte
... y se le nota.



XX
Voy a las calles
como quien va a una catedral muerta.

A mirar el silencio.

... a oír, quizás,
la sombra de Dios.




XXI
¿A dónde vamos?

Los domingos
se llenan de polvo sobre los muebles.
Y hay tanto momento acumulado.
Tanta historia entre esas moscas secas.
Los días
cayendo de los estantes.
Descascarando
rostros
de la memoria.



XXII
Conocí a un músico sordo
que ponía su cabeza sobre el piano
para escuchar su música.

Pero; yo soy mucho más que eso.

Yo vivo por oído, afirma este ciego.

Lo demás
- el que me arrastre como ratón
pegado a las paredes -,
son sólo
pelos de la cola

... no les parece?.




XXIII
No culpes al imbécil
por su estupidez lozana.
Sino a la añeja
intransigencia
de tu angustia.



XXIV
Los ciegos
eran sabios.

Como los juguetes desmembrados
que veían la luna
con el corazón del alma.



XXV
La noche tendida sobre el asfalto
- ebria y somnolienta -,
con su vestido arremangado
y sus luces
que prendían y apagaban mi corazón,
mientras,
una luna absurda
daba pasos
torpes
sobre el vacío.



XXVI
Pidiendo peras al olmo
quise encontrar la fé

... eran tiempos difíciles.

La Muerte era joven
y el mundo
tenía hoyos en sus zapatos viejos.



XXVII
El día vino a mí
como un disparo en la frente.



XXVIII
Tengo
- no lo sé -
un olvido de piedras en el pecho.



XXIX
¿ Qué haces, viejo?
Nada -te respondo-.
Sólo acaricio la palabra Muerte.



XXX
Tengo silencios infectados por la vida.

... imágenes sucias.

Sombras de sangre en madrugadas.



XXXI
La Muerte se regocija
y da
pequeños mordiscos
sobre mi cuerpo
de hombre envejeciendo.




XXXII
Parece
que fuera otro el que escribe.

Otro
que ha leído más que yo.

Y que le duele más la vida que a mí mismo.



XXXIII
Toc, tac,
Toc, tac,
... y qué,
¿Nunca han escuchado
un corazón desafinado?.



XXXIV
Vendo recuerdos con poco uso.

Los usé,
A lo más,
tres o cuatro veces
cuando no pude dormir.

Tienen tallado tu nombre...,
pero, se les puede borrar
y poner el de cualquiera.

Aprovechen ahora :
Mañana te habré olvidado.




XXXV
Ellas
se juntaron para hablar de ti

Marcaron tu puerta

Mencionaron
que debías irte

Y

Te envidiaron en secreto
por tus muchos amantes.



XXXVI
De tanto mirar las nubes
me dieron ganas
de regresar a la infancia.
De chutear la pelota plástica en la cancha de tierra.
De gritar a mi hermano por su nombre.
De abrazarlo con fuerza ante su asombro
y decirle :
"Te quiero, hermano.
Nunca, nunca te mueras".

Nota: Permitida su reproducción sin fines comerciales, citando al autor.





















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