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Talca, Chile
Lo único que tengo claro es que nací en Chillán. De ahí para adelante es una enorme nebulosa.
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jueves, 19 de diciembre de 2013


 I

 Las palabras no me sirvieron  de nada.
Fui,
en silencio,
a sembrarlas en tu corazón;
pero, 
se incendiaron de pavor
en tu alma yerma.



 II


 Nos dijo
que el señor Barriga 
se le aparecía riendo desde el televisor apagado.
Que perdió su magia
a la orilla de una carretera.
Cuando
perseguía el amor
de una puta que 
no quería verlo.
Nos dijo
que nos amaba.
Que éramos sus hermanos.

Aunque no pensáramos
casi nunca
en su desgracia.



 III


Bueno,
hagamos un recuento de los chiquillos del barrio:

El Mario,
que puso su cabeza en la línea del tren
luego de haber matado a su familia.
Bruno, -que era bueno y deportista-
 y fue devorado desde su pierna por el cáncer.
El Pato Saldías que chocó de frente con un bus.
El Pancho Varas - el ingeniero- que se ahorcó luego
que declarara que no podía apagar la ampolleta
que le ardía en el  estómago.
El flaco Arturo se ahogó en su vómito
y el Pancho Largo tomó demasiado
antes de ir  a nadar. 
Pancho Cerda fue aplastado con su moto por una micro.
El Leupín fue atropellado cruzando la avenida O"Higgins.
Juan Carlos, mi hermano, se suicidó.
"El Cacharro" perdió un brazo, un ojo y
sus malas mañas.
Wladimir, otro de mis hermanos, decidió
que la cordura era cosa de locos.
El Adolfo no soportó quedar lisiado para siempre
y resolvió
que el alcohol serviría de bálsamo
Al igual que el Julio, que murió triste
y olvidado en un cuartucho oscuro.

Los demás,
los que quedamos,
bailamos a veces con la muerte.
La apretamos fuerte en esos lances,
le mordemos la oreja.
Le decimos,
coquetos,
que algún día
también
le diremos que sí.



 IV


Quizás si un día,
con mi voz de ladrillo,
cante un sueño diferente
y florezcan en ti
extrañas sensaciones.


Como la vida.









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