I
La poesía muere con las palabras.
Lo escrito
es sólo una pintura
abstracta
de su agonía.
II
De mi niñez recuerdo
que me mandaron a comprar leche en una olla.
Que - al regreso del boliche-, me agarré a combos con los cabros del conventillo.
Que le entregué a mi madre una olla abollada y ya sin leche
y
que culpé de mis lágrimas
a los golpes
y no a la tarde
que moría roja
allá
en el horizonte.
III
Cuando Jesús lavó mis pies
me pidió
el nombre del doctor
que no quiso
curarme
las heridas.
IV
Me crié en el mercado de Chillán.
Allí llegaban los turistas
a observar
nuestra autóctona miseria.
A tomar fotos de nuestras caras hoscas.
A preguntarse
qué hacia todo ese dolor
entre la inmensa belleza
de las frutas.
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